Este post está publicado en LAWYERPRESS el día 26-2-2014 en el marco de la colaboración de una serie de profesionales en donde relatamos nuestros recuerdos de nuestros primeros pasos profesionales. Reproduzco el texto íntegro sin comillas.
Yo llevaba trabajando en el despacho desde enero de 2004, sin estar colegiado, aprendiendo esta durísima profesión. Me colegié a principios de septiembre de aquel año. Como spoiler del resultado os diré que gané la demanda con costas. La demanda era relativamente sencilla: una entrega una cosa distinta de la convenida, un “alliud pro alio”, pero que más da eso.
Después de infinidad de copias del archivo llamadas “demanda definitiva”, me aceptaron el borrador y la presentamos la demanda.
Había redactado otras demandas, en otros asuntos, que habían tenido un resultado positivo para nuestros clientes pero, hasta aquél fantástico día, nunca había defendido ninguna en Sala. No recuerdo la fecha de la vista pero quiero recordar que fue en el Juzgado de Instancia n.º 2 de Santiago de Compostela.
Mis recuerdos no son muy claros sobre lo que pasó en la durante la celebración de la vista. Pero si recuerdo el antes y el después.
Recuerdo perfectamente los nervios del día anterior que no me dejaron dormir. Esa sensación en el estómago, horrible, que se comunicaba con mi cabeza y me decía que todo iba a salir mal y que no iba a ser capaz de articular palabra.
Recuerdo, una vez finalizada la vista, haber preguntado a SSª y al Sr. Secretario sobre qué tal lo había hecho y si se había notado que era mi primera vez. Su respuesta, más amable que verdadera, fue que no se habían dado cuenta.
Recuerdo todo lo que iba a decir lo llevaba por escrito, costumbre que todavía guardo. En aquél momento leí palabra por palabra el texto que llevaba. Hoy lo hago porque no hay mejor improvisación que una buena preparación.
Recuerdo que mi procurador, Santiago, anotó la prueba propuesta de contrario al ver que yo no hacía nada y, con una reprimenda lógica que no olvidaré, me dijo: -Luis, ¿cómo no apuntas nada? ¡tienes que apuntar la oposición que hace para las conclusiones y la prueba que propone! -Es un verbal, no hay conclusiones; le respondí. – Eso es en la Ley, esto es la realidad; me replicó como un padre que enseña a su hijo.
No recuerdo nada más. No recuerdo al juez, ni al compañero, ni lo que dije y no guardo el borrador del texto. Desconozco si propuse bien la prueba o si la dicción era correcta, no recuerdo nada. A aquél día le siguieron muchos otros. Hace mucho tiempo que no siento esa sensación horrible en el estómago por una vista. Hoy siendo un cosquilleo agradable como cuando sales a jugar un partido, a disfrutar con lo que haces. Como confidencia reconozco que, a veces, llevo asuntos poco rentables sólo porque me permiten acudir a Sala y disfrutarla.
La copia de mi primera vista está guardada en su CD, pérdida en algún cajón de mi despacho, a la espera de un día la encuentre y la vea de nuevo. Seguramente, me entrarán los mismos nervios y sentiré la vergüenza ajena de ¡cómo se puede hacer tan mal!